El grueso del grupo ha salido de Gaatlang a las siete de la mañana guiados por Dawa. MªAntonia con Nawa y tres porteadores partían de Syabru Besi. Nos hemos encontrado en Chilime (1.762 m.) a las once de la mañana. Muy pocas casas se han visto afectadas por el terremoto en Chilime. El Health Post también está en pie. La Health Assistant, muy poco interesada en que le dejáramos medicamentos, nos facilitó datos sobre la población de Chilime (1.402 habitantes, 166 menores de 5 años, 300 adolescentes, 298 mujeres casadas en edad de reproducción, 46 embarazos, mayores de 60 años 125, expectativa de vida 39 años); aunque fue incapaz de darnos información sobre los afectados por el terremoto. Simplemente nos dijo que ella no estaba en la localidad y que no sabía. Entre este interés manifiesto por sus pacientes y que realizaba unas 6-8 consultas al día, según nos dijo, no nos pareció una persona comprometida con su trabajo ni a la altura de su estatus. Mientras Dines, nuestro cook, preparaba la comida, vimos a casi treinta personas entre niños, adultos y abuelos. Esto es como cualquier pueblo español, ha corrido la voz de que había una expedición con médicos y se ha ido amontonando la gente del lugar en el patio de la «casa de comidas» del camino. El médico más próximo lo tienen en Dunche a más de un día; además, no hay sanidad pública, tienen que pagar importantes cantidades –para lo que es la economía de subsistencia de estas gentes- por cada consulta o prueba diagnóstica. Hemos desplegado todos los medios que la sanidad andaluza y la Asociación José Ramón Morandeira han puesto a disposición de este proyecto. Ha sido necesaria una traducción simultánea a 3-4 bandas: tamang ànepalés àinglés (àespañol), éste último paso sólo si comentábamos entre los sanitarios las opciones terapéuticas. Hemos atendido desde bebés con otitis bilateral perforada, hasta una abuela de 83 años con insuficiencia respiratoria. Muchas otitis, dolores, heridas, gastritis, entre un sinfín de patologías. Para calcular las dosis de medicamentos para los niños, hemos tenido que usar la báscula de los porteadores, pesando a las pobres criaturas como si fueran fardos.
Después de una pantagruélica comida, nos hemos encontrado con una “cuesta arriba” de las típicas de Nepal, durante tres horas non-stop. La consigna general (para porteadores y montañeros) es Vistare, vistare: o sea, despacio, despacio. Los locales, pero también los portadores, llevan la carga en unos cestos que ellos llaman doko, que sujetan a la cabeza o el cuerpo con una cinta de tela que llaman tumpline, cargan la friolera de entre 30 y 40 kg.
Pasamos por grupos de construcciones por los que pasa un arroyuelo por medio, en los que se mezcla la precariedad con la llegada de la modernidad. En estos arroyuelos, se lavan platos, ropa, se coge agua para la cocina o se lavan las personas… ¿máximo aprovechamiento de los recursos?
Y por fin, llegamos a Tatopani. Taato significa “caliente” y paani, “agua”; o sea, que se trata de un pueblo con fuente de agua caliente. Llegamos a Tatopani echando “el resto” para subir una cuesta de 900 m de desnivel con una pendiente del 36%, de las genuinas de este país, que llevamos con un ritmo más que digno. Lo mejor, la recompensa de un “baño termal” a 2.600 metros con vistas a la montaña.
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